El viaje del héroe: rechazo de la llamada
“Da igual las veces que rechaces la llamada si estás destinada a escucharla”
El miedo había aparecido, era tan duro e intenso que era imposible poder aceptarlo. Había aparecido un miedo atroz a la enfermedad, a la muerte, a la desaparición y al vacío.
Tocaba adentrarse en momentos oscuros e inciertos. Seguía mi camino sin poder aceptar la muerte de mi madre y todo lo que ello implicaba. La no aceptación me llevaban a un camino de aprendizajes (visto con perspectiva, claro está), que harían que me diera de bruces con la ansiedad y el desgaste físico. Mi cuerpo empezaba a crear una sintomatología física de cansancio, dolores, y falta de apetito. Esto hizo que por necesidad, tuviera que volver a mi zona de confort, el hogar de mis padres, el sitio donde me sentía cómoda y protegida de alguna de manera, la vuelta al origen.
Comenzaba a tener por primera vez contacto con mis emociones y mi mente de manera más consciente, pero lo que no sabía es que eso, solo era la punta del iceberg. Pues primero tocaba entender el complejo mundo de las emociones, y cómo estas resonaban en mi cuerpo. La mente era una vorágine de pensamientos catastróficos, que me llevaban al dolor, al desprecio, la culpa, y costaba mucho sostenerme en ese estado de caos. Gracias a mi fortaleza mental, a la terapia psicológica y a mi entorno, podía ir poco a poco, tomando consciencia de aquellas sombras que necesitaban ser atravesadas.
Si había algo que lograba calmar mi alma era una voz interna que me decía; sigue, otra realidad es posible, hay esperanza siempre en momentos de oscuridad. Empezaba a meditar, sin saber realmente qué era la meditación. Comencé a ir a clases de yoga, sin saber qué era exactamente. Todo de manera intuitiva me acercaba a un mundo más espiritual. Algo dentro de mí me pedía calma, sosiego, sentir mi cuerpo, fortalecerme.
Así fue como dejé una relación tormentosa que ya no me aportaba nada más que sufrimiento, seguí estudiando para mantenerme activa y en contacto con la realidad, pues me costana mucho salir de mis bucles de pensamiento y dolor, y mi sistema nervioso empezó a calmarse poco a poco, hasta conseguir deshacerme de la ansiedad que había sostenido por tanto tiempo sin dame cuenta.
Parecía volver a ver la esperanza y la motivación. Llegó la pandemia, y mientras que eso parecía paralizar al mundo entero, a mi me llenó de calma y paz. Pues sin darme cuenta, parecía que lo que necesitaba era parar, alejarme de las distracciones y tener más tiempo para cuidar de mí.
Y así, aceptando poco a poco la realidad que me había tocado vivir, y la que yo iba decidiendo, sentía poder ir adentrándome en el camino interior, aunque todavía seguía rechazando mucha de las cosas que después pude ir integrando. El juego estaba comenzando, y yo todavía no lo sabía.
Os cuento un poco más de este maravillo viaje en el siguiente capítulo del blog.